Por María Luisa Alonso,
Cataluña comienza este viernes la campaña electoral por la presidencia de la Generalitat. En plena tercera ola Cataluña vuelve a las urnas. Ante nosotros una campaña marcada por las fuertes restricciones a la movilidad, con la actividad comercial y de hostelería cerrada y con los mayores índices de pobreza en muchos años.
Conocedores de la importancia de estas elecciones, del entorno social, económico y político, las maquinarias electorales afinan los mensajes, trabajan el relato y construyen la imagen. En ese aspecto, el mejor ejemplo es la gestión que se ha hecho con el ahora ex Ministro de Sanidad, Salvador Illa. Y es que, de facto, la campaña electoral empezó hace meses, y no sólo por parte de los cabezas de lista en Cataluña.
Todos los partidos políticos vuelven a enfrentarse, a medirse en una campaña electoral que, como viene siendo costumbre, se asume desde la maquinaria partidista como unas auténticas elecciones nacionales. Una oportunidad de revalidar la acción del gobierno y de la oposición, y en este caso, medir la fuerza del independentismo catalán, que se juega no sólo su poder dentro de Cataluña, sino también de presión y condicionamiento del Gobierno de España.
En ese aspecto, el PSOE quiere ratificar su fuerza en Cataluña y que estas elecciones se conviertan en un apoyo a la gestión del Gobierno, un hito que le permita gobernar lo que queda de legislatura habiendo revalidado su liderazgo a nivel nacional. Por su parte, ERC necesita mantener el control de Cataluña y de ésta forma su influencia en el Gobierno a través de sus socios de Unidas Podemos, que en estas elecciones marcan la estrategia de “tender puentes” entre independentistas y el PSC, apostando por ser decisivos para declinar la balanza en unas elecciones abiertas donde el efecto Illa puede no ser tan determinante como se podría esperar.
Por su parte, el Partido Popular, conocedor de su debilidad, ha optado por un líder moderado-centrado, alguien que recuerde entre el electorado que son la casa común de los constitucionalistas. Para reforzar esa tesis el partido azul se ha reforzado con fichajes mediáticos, de entre los cuales sobresale la otrora portavoz naranja, Lorena Roldan. En ese aspecto, Ciudadanos, el gran vencedor de las pasadas elecciones, se juega su futuro donde nació, si en estas elecciones no consigue un buen resultado electoral su capacidad y fuerza para influir en el Gobierno, es decir, la percepción de ser necesarios o útiles por parte de los electores, quedará en entredicho. Vox, por otro lado, se ha marcado como objetivo entrar en el Parlament, pero se enfrenta a una campaña donde no puede usar el cuerpo a cuerpo y las grandes movilizaciones, una campaña atípica en un territorio donde su estrategia de polarización pasa desapercibida.
Si hacemos caso a las encuestas y análisis, las opciones de posibles pactos siguen abiertas y todos los ojos y presiones recaen en Illa a quien se le exige que aclare con quién está dispuesto a pactar, con los constitucionalistas o con los independentistas. Ambos escenarios tienen consecuencias a nivel nacional y autonómico, aunque con diferente lecturas. Si el PSC se abre a pactar con los independentistas catalanes, el relato de la oposición es que ha abandonado el constitucionalismo y se verá obligado a hacer concesiones a los catalanes, en forma de indultos y más privilegios, en el otro lado de la moneda, si pacta con el eje constitucionalista (PP-Cs), en Cataluña será una oportunidad para volver a la senda de un gobierno constitucional, pero a nivel nacional las presiones aumentarán por parte del eje de izquierdas. De ahí la importancia de estas elecciones autonómicas.
Será una campaña atípica, en medio de una pandemia con restricciones de movilidad, salvo para asistir a mítines, lo que no deja de sorprender al votante; con la sombra de una baja participación. Todo esto seguro agudizará el ingenio de las maquinarias electorales para hacer llegar el mensaje y convencer a un votante desmovilizado, más pendiente de su realidad y cansado de los enfrentamientos políticos.
En este panorama donde lo autonómico versa sobre lo nacional; de crisis social, económica y sanitaria, este viernes inicia una campaña electoral que marcará el rumbo de la política nacional y un período de por los menos dos años –salvo sorpresas– en los que no tendremos que ir a elecciones. Algo que sin duda cambiará las estrategias de comunicación de todos los líderes políticos.
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