Ya con las primarias del Partido Demócrata concluidas y con la certeza de que Joe Biden buscará convertir a Donald Trump en un presidente de único mandato, la siguiente pregunta que nos debemos hacer sobre la situación es ¿y ahora qué?
Nada de esta elección será predecible, por el simple hecho de que la variable Covid-19 no existía en los planes de ningún analista político, y evidentemente, dicha crisis genera una ventana de oportunidad clara para los demócratas.
Antes de que la pandemia sacudiera el tablero electoral, Donald Trump parecía que tenía el camino directo hacia la Casa Blanca. Diferentes variables acompañaban esa predicción: el Partido Demócrata se encontraba fracturado entre el ala progresista y el ala centrista, además de que el país contaba con una economía que aparentaba rodar con todos los cilindros junto con una tasa de desempleo que se encontraba en un mínimo histórico. Teniendo en cuenta todas estas variable y la frase popularizada por la campaña presidencial de Clinton en el 92′, “es la economía, estúpido”, podríamos concluír que las probabilidades de reelección de Donald Trump, eran claramente altas. Sin embargo, la política es el refugio de lo inesperado, y esta crisis le brinda al Partido Demócrata la oportunidad de enfrentarse a un Trump herido dentro de una sociedad ambivalente con respecto a su respuesta a la crisis.
La ventana de oportunidad existe, y se puede ver. No obstante, el equipo de campaña de Biden y el Partido Demócrata deberán enfrentarse a diversos retos para hacer que suceda esta realidad. En primer lugar, los demócratas deben garantizar una imagen externa que muestre unidad dentro del partido, a la vez que se lleva a cabo el proceso interno de fidelización de los votos del sector progresista.
En este primer punto, es donde hasta el momento, podemos ver resultados inmediatos de un desafío esperanzador. Por ejemplo, el pasado lunes 13 de abril, Sanders participó en un livestream junto a Biden en el que él mismo brindó su aval a la candidatura y anunció la formación de equipos de trabajo para poder llevar adelante propuesta conjuntas en su programa electoral. Esta señal de unidad entre el ala más centrista y el ala progresista muestra un pacto tácito dentro del partido, donde la consigna principal es “debemos sacar a Trump a toda costa“.
Después de este anuncio llegaron otros dos esperados y muy necesarios avales para la candidatura demócrata. En primer lugar, el aval de la excandidata Elizabeth Warren, considerada como el otro gran baluarte del progresismo y como una potencial candidata a la vicepresidencia dentro de la candidatura de Biden, que busca brindar mayor soporte a la búsqueda de unidad dentro del partido. En segundo lugar, y siendo éste el aval más esperado, el expresidente Barack Obama que brindó un discurso grabado de 12 minutos en el cual manifestaba la gran relevancia de estas futuras elecciones, explicaba las razones por las que apoya a Biden, y dialécticamente en línea con los objetivos del partido, resaltaba la figura de Sanders como actor fundamental para la construcción del cambio en la nueva Administración.
Si se analiza la esencia de estos avales y el cambio del tono dialéctico de la campaña de Biden, se podría observar cierto triunfo en la derrota del ala progresista del partido. Si estudiamos la historia reciente de las candidaturas presentadas por los demócratas a las elecciones presidenciales, difícilmente encontraremos un programa electoral más progresista que el que representa Biden. A pesar de contar con la percepción pública de ser un candidato centrista, ese centrismo se ha desarrollado desde un aspecto plenamente de percepción discursiva. En cuanto al desarrollo de políticas públicas, se observa que Sanders ha logrado ganar la batalla discursiva a pesar de no ganar la nominación en ninguna de sus dos candidaturas. Sanders a través de sus discursos ha conseguido impulsar el eje ideológico del Partido Demócrata, desde una visión plenamente centrista hacia una visión más progresista, en la cual palabras como ‘socialista’ o ‘Estado de Bienestar’ ya no son vetadas. Incluso, todos los candidatos a las primarias (centristas o progresistas) han hecho suyas, de una manera u otra, ciertas proposiciones de políticas públicas que Sanders llevaba consigo durante la campaña frente a Hillary Clinton en el 2016. La subida del salario mínimo a USD 15 la hora, la expansión del sistema público de salud, el “Green New Deal” y la gratuidad universitaria han sido políticas presentes en la mayoría de los programas electorales de los actuales candidatos. Mientras que el candidato centrista ha ganado internamente, la percepción política progresista ha triunfado entre el votante medio.
Ahora bien, los demócratas ya tienen un candidato y un programa; sin embargo, el equipo que lidera la campaña se debe enfrentar a un reto aún mayor: el desarrollo de estrategias efectivas en un escenario muy dinámico y sin ningún precedente en la historia de la democracia americana. Las decisiones y estrategias que se tomarán en este nuevo escenario, marcarán un nuevo precedente de cómo llevar una campaña en tiempos de pandemia. Mítines, visitas puerta a puerta, reuniones presenciales con grupos de interés y viajes a los denominados swing states se encuentran momentáneamente paralizados. Incluso, se presentan serias dudas sobre cómo será la participación electoral en el día de las elecciones. Por ello, es importante recalcar que el equipo de la campaña deberá generar estrategias alternativas, muchas de ellas sin ningún tipo de ejemplo previo sobre el cual basarse.
La campaña de Biden ya ha mostrado indicios de acción a través de diversas actividades ejecutadas en línea. Por supuesto, las redes sociales cumplen un rol esencial y, esta vez, uno de magnitud nunca antes vista. De igual forma, mediante la utilización de herramientas que permiten los livestreams, la campaña ha buscado divulgar sus proposiciones de políticas públicas a un público mucho más receptivo a los aspectos y detalles sobre la implementación de las mismas. La cuarentena obligatoria en muchos estados ha logrado mantener más atento y cautivo a un público que no lo suele estar en tiempos de normalidad diaria.
También es cierto que la crisis sanitaria ha otorgado la posibilidad a Biden de generar un espacio en el cual presentar sus proposiciones políticas como una antítesis a la gestión de la actual Administración de Trump, sin tener que cargar con la responsabilidad de los resultados de la ejecución de las mismas. En una situación de hartazgo generalizado, se busca transmitir al electorado una imagen de una “administración alternativa”, subrayando que hay otra manera de hacer las cosas. En especial, se busca que aquel electorado frustrado con la toma de decisiones actual, tenga un interés especial en el desarrollo de dichas propuestas y cambie su percepción electoral.
A pesar de estos pasos incipientes en el desarrollo de una campaña alternativa que el equipo Biden está brindando, existen muchas variables a analizar para poder definir con claridad cómo será el desarrollo de una campaña en estas circunstancias. La única certeza que tenemos es que aquello que asumíamos como válido, ya no es una herramienta suficiente como método de campaña. Por ende, lo que la campaña Biden está escribiendo en este momento es un nuevo manual de cómo será llevar a cabo una campaña política en tiempos de pandemia. El Partido Demócrata se encuentra frente a una carrera sin precedentes, y como ellos mismos afirman, el rumbo de los Estados Unidos se encuentra frente a una encrucijada de enorme magnitud; y aquel aparato político que se haga con el gobierno el 3 de noviembre, tendrá la tarea de ejecutar la respuesta a esta crisis, y posiblemente delinear el camino de los Estados Unidos para los próximos 20 años.
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